sábado, 16 de mayo de 2015

DE LISES Y PALACIOS: ARTÁIZ Y OLITE

DE LISES Y PALACIOS: ARTÁIZ Y OLITE

Por Simeón Hidalgo Valencia (17-05-2015)


A medida que voy avanzando en los distintos trabajos que llevo entre manos, me encuentro con que en diferentes lugares se repiten grabados, marcas, símbolos y signos que no tienen carácter de firmas como se suele decir de los canteros, sino que sea en sillares de piedra, sea en puertas, jambas o dinteles de madera, responden a algo más que una simple firma. Responden al mundo de creencias que los humanos llevamos impresas en nuestro ADN y que reproducimos, casi sin darnos cuenta, a lo largo del tiempo y del espacio.

En esta ocasión voy a presentar a mis lectores algunos grabados o tallas, tanto de la comarca de Izaga, como de los palacios reales de Olite, partiendo del Palacio de Aldunate en el lugar de Artáiz.

Fue el domingo, día 10 cuando, siguiendo la investigación que en estos momentos me ocupa sobre las torres medievales de este lugar de Artáiz, tuve la suerte de poder ver por dentro el palacio, gracias a la amabilidad de los hermanos Jesús Joaquín y Esteban Villanueva. El objetivo era medir internamente las torres de dicho palacio que se levanta, como gran caserón, al borde de la carretera que cruza el lugar. En su momento se hablará sobre ellas. 

Palacio Aldunate de Cabo de Armería del lugar de Artáiz.

Ahora me voy a detener en algo que muy pocos habrán conocido si no han tenido la suerte de entrar al patio porticado del palacio, cuya gloria ha venido a menos, pero que mantiene la pátina del linaje noble que lo habitó.

Fue Esteban quien me lo indicó antes de que yo me diera cuenta y levantara los ojos hacia el dintel de madera de roble que cierra el vano que da acceso a las antiguas caballerizas y más recientes zahúrdas donde se criaban cerdos.

-Mira estos dibujos que hicieron en la madera. ¿Qué representan?

Mi primera reacción fue de admiración ante lo que me señalaba, dado que el dintel en cuestión contiene, nada más ni nada menos que, seis detalles tallados colocados con simetría. Están muy bien tallados y bastante bien conservados y constituyen una muestra etnográfica digna de mencionar y valorar.

Primer dintel tallado de una de las cuadras del palacio.

A primera vista no me costó ver las dos flores hexapétalas. Más tardé en identificar los motivos centrales, dado que en esta zona la madera está más estropeada y no era posible aplicar in situ el moderno tratamiento del Photoshop, pero cuando lo hice inmediatamente descubrí que esos motivos los había visto ya no muy lejos de Artáiz y que además podían tener relación con dos marcas recogidas en los palacios de Olite, tanto en el Palacio Viejo, como en el Palacio Nuevo construido por el rey Carlos III, el Noble. Más aún me costó identificar los dos grabados exteriores, que más que otra cosa me semejaron mariposas, pero al centrarme en ellos con más atención y al observarlos en casa ampliados en el ordenador identifiqué claramente de qué se trataba y por ello decidí titular este artículo como lo he hecho.

Comencemos en un primer momento por identificar los motivos de este dintel a través de un breve comentario, para pasar después a una personal interpretación de los mismos, pues si se han colocado de esta forma será porque en la intención de su autor o promotor eso era importante.

TALLAS 1ª Y 6ª, ESAS QUE ME PARECIERON AL INICIO “MARIPOSAS”.


Dado el estado reseco y desvaído del dintel expuesto a la intemperie a lo largo de varios siglos no resulta fácil identificar los motivos que en sus extremos se tallaron.

Si tenemos paciencia y miramos con atención se llega a descubrir lo que realmente son. Tanto en la talla primera como en la sexta del dintel se descubren  flores de lis.
Flor de lis que se refleja,  como en un cristal o en agua reposada, por lo que en realidad vemos dos flores de lis en cada talla. Una hacia arriba. Otra, su reflejo, hacia abajo. Tengo que puntualizar que es la primera vez que he visto reflejada la flor de lis de esta forma. Así pues, en realidad lo que se ha tallado son cuatro flores de lis en los extremos.

TALLAS 2ª Y 5ª


El motivo de las tallas segunda y quinta es más reconocible y aunque aparentemente son distintos en el diseño, en su fondo viene a ser el mismo. Se representa una vez más el motivo de la flor hexapétala. Me llama la atención que los pétalos de sendas tallas son los que marcan la diferencia fundamental al estar los primeros en el plano del dintel y los segundo rehundidos en el mismo.

TALLAS 3ª Y 4ª

Las tallas tercera y cuarta, las centrales, más deterioradas que las anteriores, vuelven a representar otra vez el motivo de la flor de lis, pero en esta ocasión una mira hacia arriba y la otra mira hacia abajo. Además su diseño varía de las anteriormente vistas, pues añaden tres ramificaciones que se unen en la base del cuerpo de la flor.

¿CUÁL ES MI LECTURA PERSONAL?

Una vez identificados los motivos de las tallas cabe preguntarse lo que Esteban se preguntaba. ¿Qué significa todo esto?

Para mí tiene un claro significado y siempre que he visto marcadas jambas o dinteles de puertas o ventanas, sean éstas residenciales o  correspondientes a estancias para los animales, recuerdo el pasaje del Éxodo donde para evitar la mano segadora de la vida se indica a los israelitas que pinten con la sangre del cordero sacrificado las de sus casas. Así el Ángel de Yahvé  no levantaría su mano ni contra sus moradores ni sus animales.

Este rito protector lo he visto y recogido en muchos lugares, en los que no me voy a detener pues daría como para escribir un libro sobre el tema, recogiendo por ejemplo todo lo que he visto por la Merindad de Sangüesa en Navarra.

Cuando me encuentro con la flor de lis no puedo menos que mencionar su relación con la denominada pata de la oca, que los canteros medievales repetían con frecuencia en los sillares que realizaban y que no es más que la runa de la vida que protege tanto a las personas como a sus animales. Símbolo protector y talismán básico desde las creencias antiguas. 

Me llama la atención que se representen en posiciones invertidas en la talla primera y en la sexta formando un todo, así como las lises correspondientes a las tallas tercera y cuarta y me viene a la memoria sendos capiteles de la fachada de Iriso que he comentado en alguna otra ocasión. También allí se tallan en piedra sendas flores de lis. Una hacia arriba. Otra hacia abajo.


Sin duda nos están hablando de las dos realidades de las que ningún ser vivo, y menos los humanos nos podemos zafar: la vida y la muerte y aquí en el dintel del Palacio Aldunate de Artáiz no se cansan en repetirlo, pero junto a este recuerdo a la vez impiden que por ese vano penetre el mal en el interior, sea la forma que adopte.


Más fuerza, si cabe, tienen las lises tercera y cuarta, pues si nos fijamos bien se tallan a la vez las patas de la oca. La runa “Feoh” y la runa “Eolh”  que añade un pequeño pie que prolonga la línea central, hacen relación a la protección y a la defensa frente a lo intruso que pudiera traer calamidades tanto a las personas como a sus ganados.

Hemos de tener en cuenta que estamos en una sociedad en la que se vive en contacto con la Naturaleza, en la que los ciclos vitales no se controlan como en la actualidad, en que las epidemias,  las pestes y las guerras diezmaban o hacían desaparecer a pueblos enteros, por lo que las creencias en los elementos protectores estaban a la orden del día y venían heredados de mucho más atrás, desde los orígenes de la humanidad.

Aunque en la época en que este dintel se talla, posiblemente en el siglo XV-XVI la iglesia católica regía con sus normas toda la sociedad, no por eso habían desaparecido las costumbres antiguas de pedir protección a través de símbolos catalogados como “paganos”, pero que están presentes en todo lugar de la Tierra, pues como he comentado anteriormente están en el ADN de la humanidad.

Cristianizados muchos de estos ritos entran a formar parte de la liturgia de la Iglesia y en los dinteles, jambas o puertas de las casas se graban cruces, anagramas de Jesús o de María, se entronizan Sagrados Corazones, se rocían con agua bendita las casas, se sube a los altos en romerías a implorar a santos y ángeles y desde allí se bendicen campos y cosechas en las direcciones cardinales,… todo para solicitar la protección de las personas, sus animales y sus cosechas y ahuyentar los males. Las cruces de Mayo que se colocaban antiguamente en los campos de cereal no tenían otra misión. Con ellas se protegía al campo del pedrisco y con la buena cosecha habría prosperidad.

Las dos flores hexapétalas, una rehundida, otra saliente, también nos pueden estar hablando de la dualidad de la vida y de la muerte, del bien y del mal, del triunfo y la derrota, de la prosperidad o de la pobreza a lo largo de la vida, pues en definitiva es la vida lo que ellas representan y desde antiguo se graban también en lugares sagrados como soles que lanzan sus rayos de calor a la Tierra haciendo prosperar la vida.


Varios siglos antes de que este dintel del Palacio Aldunate se tallara, ya el comitente que indicó los motivos que habían de custodiar al crismón central en el tímpano de la iglesia de San Martín de Artáiz, para mí el gran señor feudal del lugar y gran obispo de Pamplona, Pedro de París o de Artajona, recurrió prácticamente a los mismos motivos protectores que se muestran en el dintel. Quizás una forma de cristianizar el símbolo, dado que bien mirado también se puede interpretar como otro tipo de Crismón.

En definitiva estamos ante símbolos todos ellos de protección y de vida que custodian el recinto de los bienes del señor en forma de animales: caballos, bueyes, vacas, ovejas, cerdos,… sin ellos su poder se vería mermado sensiblemente. Por ello se los protege con amuletos ancestrales.

DEL PALACIO ALDUNATE DE ARTÁIZ A LOS PALACIOS DE OLITE.

Para terminar el comentario sobre este primer dintel quiero levantar la mirada y comparar los diseños de estas flores de lis de Artáiz con las que he encontrado en el Palacio de Olite en algunos de sus sillares.

Su parecido me sorprendió desde el primer momento y he recurrido a cortar por la mitad las lises de Artáiz por ver si el resultado eran las singulares medias lises de Olite.

La marca de cantería de Olite que representa la mitad longitudinal de una flor de lis la he encontrado por dos veces. Una en cada palacio.

En el Palacio Antiguo, hoy Parador Nacional, hay una de ellas que es la que aquí recojo y que está en la parte interior de uno de los sillares que forman el dintel de la chimenea de la habitación 107.

Como se puede apreciar es un sillar reutilizado al que para adaptarlo a su nuevo lugar se le cortó su parte superior.

El diseño completo de la flor coincide con el de las dos flores centrales del dintel de Artáiz, lo que me hace pensar en una época cercana para los edificios, dada la singularidad de estos modelos, al igual del que viene a continuación.

Esta segunda marca de cantería está en la Torre de las Tres Finiestras o Torre de Los Cuatro Vientos del Palacio Nuevo. Se ha recogido una sola vez y muestra la mitad superior derecha de una flor de lis.

El mismo resultado se obtiene si seleccionamos esa misma parte de las flores de lis del Palacio Aldunate de Artáiz.

Como las de Artáiz, éstas de los Palacios de Olite desempeñarían la misma función protectora, más que ser la firma de un cantero determinado.


Pasemos ahora a un segundo dintel en la zona de las antiguas cuadras. Es mucho más sencillo y escueto que el anterior y si nos detenemos para observar sus símbolos descubriremos también parte de su significado, que como en el caso anterior está relacionado con el mundo de creencias ancestrales que perviven en el siglo XV-XVI y que para los que estamos habituados a recoger estas marcas y estudiar su posible significado, nos resulta extremadamente conocidas las que aquí se reproducen, dado que son muy frecuentes en los sillares de los canteros. La novedad es que también se graban en la madera.

Es el siguiente


He hablado en plural refiriéndome a lo que ahora se graba en este dintel, porque al menos son seis signos los que yo distingo. Todos ellos los he visto grabados en la piedra de los canteros medievales.

1º. Una línea vertical en el centro de la figura.
2º. Un aspa o cruz de San Andrés.
3º. Un triángulo en la parte izquierda.
4º. Un triángulo en la parte derecha.
5º. Dos triángulos tangentes que a veces he denominado pajarita o reloj de arena.
6º. Una estrella de seis rayos.

Me detengo en los dos siguientes:


Este símbolo cuando lo recogemos en los sillares medievales tendemos a calificarlo como una marca de cantería y más de uno afirma que es la firma de un cantero.

Personalmente sí digo que es una marca de cantería por el mero hecho de que ha sido un cantero quien la ha realizado, pero al ser una marca de las que se repiten a lo largo del tiempo y del espacio lo de la firma de un cantero concreto se desvanece y más cuando lo vemos ahora grabado en la madera. ¿O es que esto es la marca o firma de un maestro carpintero?

Más me parece otro de esos símbolos protectores que he visto grabado en algunas claves de puerta y que a su vez forma parte de los símbolos rúnicos.

Formado por dos triángulos tangentes bien pudiéramos estar ante la unión de los complementarios; lo divino y lo humano, lo masculino y lo femenino, la celeste y lo terrestre,… más claro de verse cuando está en posición vertical.


Si  nos centramos en sus líneas diagonales descubriremos una estrella de seis rayos, también muy repetida en los grabados de sillares por los canteros a lo largo del tiempo y del espacio y que aquí se usa igualmente realiza en la madera.

Volvemos a encontrarnos con un símbolo “pagano” de la espiritualidad ancestral con alusión al sol y su poder de generar la vida, luz frente a las tinieblas, fortuna frente al infortunio, que cristianizado se convierte en el anagrama de Jesucristo, desde la órbita creyente católica imperante en la época que se realiza.


Después de todo lo comentado pienso que el simple hecho de analizar estos grabados y de relacionarlos con los encontrados en otros lugares puede abrir el campo de visión para situarlos en su lugar correspondiente y valorarlos más por su valor simbólico asumido por las civilizaciones de todo el mundo, pues todos los llevamos impresos en nuestro subconsciente.


Los grabados de los dinteles del Palacio Aldunate de Artáiz, desde mi punto de vista, son símbolos protectores destinados a ahuyentar todo posible mal que intente penetrar y dañar la riqueza animal de sus poseedores. Símbolos a la vez de las creencias antiguas, que se mantienen vivas a pesar del rigorismo católico de la época, que de alguna manera reflejan la libertad de espíritu de quien los mandó tallar.

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